Los alojamientos rurales fueron la primera opción de muchos turistas en cuanto se levantaron las restricciones a la movilidad decretadas en 2020 por la pandemia del Covid-19. Espacios amplios, privacidad o el reencuentro con la naturaleza, tras los meses de confinamiento, fueron algunos de los motivos que llevaron a un auge que el sector nunca había visto de forma tan inmediata y se mantiene en el tiempo, de acuerdo a las estadísticas.
Así, una vez superados los cierres perimetrales de regiones, 2021 supuso un ejercicio de récord y este ha durado poco, ya que los mejores registros históricos volvieron a batirse en 2022, pese a una ligera ralentización en los dos últimos meses del año, provocada probablemente por la situación en la semana de los festivos de noviembre y diciembre que hizo más difícil a los turistas gozar de puentes.
A lo largo del pasado año, los alojamientos rurales de la provincia de Albacete superaron por primera vez las 200.000 pernotaciones acumuladas y no por un margen escaso, ya que fueron 215.234 las estancias contabilizadas en la encuesta de ocupación en alojamientos extrahoteleros del Instituto Nacional de Estadística.
Ese número, elaborado con datos provisionales, supone un aumento del 16,1% con respecto al año anterior, cuando las pernoctaciones totales de 2021 fueron 185.920, y un 16,7% más que en 2019, que se cerró con 184.351. Si la comparación se extiende a 10 años atrás, el incremento ascendería ya al 73%.
También creció el número de viajeros alojados, hasta alcanzar los 83.560, un 32% más que en 2021 y ocho por ciento con respecto a 2019, situándose la estancia media en 2,57 días.
Con esas cifras, Albacete se mantiene aproximadamente en el decimoquinto puesto de las provincias españoles, por cifras de actividad del turismo rural. Destaca además como primera de las castellano-manchegas, por delante de Cuenca (175.990 pernoctaciones), Toledo (173.805), Guadalajara (153.981) y Ciudad Real (106.027).
NUEVOS MODELOS. El turismo rural ya no es solo barbacoa, actividades de aventura o partidas de cartas junto a la chimenea. De hecho, nunca se redujo a eso, pero el aumento de la demanda está permitiendo que se diversifiquen los modelos de negocio y muchos nuevas empresas opten por añadir calidad al servicio y buscar perfiles concretos de turistas.
Una apuesta en ese sentido fue la apertura de La Casa del Juez en Alcalá del Júcar, un proyecto iniciado antes de la pandemia y que abrió poco después de que concluyese el primer estado de alarma.
Fueron los hermanos Diego y Rubén Noguerón quienes dieron forma a ese proyecto, con el que aunaban su pasión por la rehabilitación del patrimonio arquitectónico y la vocación de emprender en el medio rural. Para ello, adquirieron una casa solariega construida en el siglo XVIII y situada en pleno Conjunto Histórico-Artístico de Alcalá del Júcar, que fue residencia del magistrado comarcal durante buena parte del siglo XX.
El principal reto entonces fue «dotar a la casa de todos los servicios necesarios para un perfil turístico de calidad, a la vez que mantener su esencia de casa solariega con grandes estancias comunes», según explicaba Diego, arquitecto técnico. Para ello, entre otros trabajos, consiguieron replicar el enfoscado de yeso de la época de construcción de la casa, replicaron los ladrillos hidráulicos y mantuvieron el jaraíz o lagar, destinado a la elaboración de vino, como otra seña de identidad.
Transcurrido año y medio desde la apertura, el alojamiento goza de calificaciones sobresalientes en las webs especializadas. «Creo que no nos equivocamos al apostar por este modelo, dando mayor al edificio histórico, en un municipio que cuenta además con valor añadido», comenta ahora Diego, quien explica que su negocio «está orientado sobre todo a personas que viajan en pareja, un perfil que no depende tanto de la temporada alta, y a las que ofrecemos una atención personalizada».
«Primamos la cultura, la gastronomía y la cultura del vino, ofreciendo, cuando es posible, catas de productos de la zona en el jaraíz», prosigue el arquitecto, que destaca ante todo «que el beneficio económico que está reportando el negocio no da para vivir, pero sí nos ha permitido contratar a dos personas que sí viven de ello y además residen en el pueblo».